El diagnóstico es consecuencia de la bajante histórica que sufrió la cuenca, con picos de -3 metros, que también provocó incendios y afectó irremediablemente a la flora y fauna íctica, además de generar grandes daños sociales y económicos.
En los últimos años, las aguas del Río Paraná se acostumbraron a oscilar su altura. Sin embargo, en 2021 los niveles bajaron hasta romper un nuevo récord y eso disparó inmediata preocupación e inconvenientes que afectan considerablemente la vida ambiental, económica, productiva y social de ciudades, así como el futuro de su flora y fauna, al menos hasta 2025.
A mediados de febrero de 2021, el río se mantenía con una altura superior a los 3 metros a la altura de la capital entrerriana (Paraná), recuperándose de una caída significativa durante el 2020.
Pero para el mes de marzo, las aguas ya tenían menos de 3 metros; cayeron a poco menos de 2 metros en abril; a menos de un metro de altura para mayo y se mantuvieron en un franco descenso hasta superar las bajantes históricas de 1970 (0 metros) o 1971 (0,50 metros).
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Si bien tuvo un repunte entre septiembre y noviembre, llegando a 1,51 metros de altura, el río actualmente volvió a caer por debajo del metro.
Lo que parece sólo números también tuvo fuerte impacto en la vida de las personas, con ciudades donde se registraron viviendas y calles costeras con grietas y quiebres en el suelo, y municipios que debieron trabajar en inconvenientes, realizando cortes programados y mejorando el suministro de agua potable.
El escaso nivel del río «sorprendió y llenó de tristeza a todos» alertó el historiador, poeta y cantautor Roberto Romani, quien explicó que «hoy somos conscientes de que, junto con la falta de lluvia, también es responsabilidad del ser humano».
La escasez del agua dejó a la vista raíces peligrosos para embarcaciones, viejos sectores de la costanera e islas y la manta protectora del túnel subfluvial que une las capitales de Entre Ríos y Santa Fe, lo que obligó a colocar boyas y advertencias en la zona.
«Necesitamos todos los días al maestro en el aula, al comunicador social en los medios, y al Estado con mayor responsabilidad, pero también a las familias, hablando sobre la necesidad de conocer al río para quererlo, cuidarlo, no agredirlo y defenderlo», concluyó Romani.
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El Instituto Nacional del Agua (INA) aseguró que la perspectiva hasta el 28 de febrero del 2022 «no permite esperar un rápido retorno a la normalidad», con probabilidad de extenderse la bajante por el resto de ese verano y se cree que prevalecerá con niveles «extremadamente bajos» hasta, al menos, el 31 de enero próximo.